Penúltimas oportunidades

El político que más triste está estos días en Cataluña, el que peor lleva el devenir de los acontecimientos, es el ex presidente Jordi Pujol. Se está dando cuenta de que la Historia se lo va a saltar, estableciendo un puente entre los presidentes Francesc Macià y Artur Mas. Contra todo pronóstico, y mucho más allá de los límites conocidos de su carácter y de su personalidad, el presidente Mas se ha tomado la creación del Estado catalán como un proyecto vital, estando incluso dispuesto a soportar los martirios que sean necesarios.

El proceso tiene muchas incógnitas, y aunque desde la Generalitat se da por hecho que Europa se va a poner al lado de Cataluña si busca amparo en la Unión para celebrar su referendo, todo se plantea de un modo muy pueril y sin tener pactado todavía ningún apoyo. Tanto Mas como su Gobierno lo fían todo a la épica y a la razón moral, a la fuerza de la democracia y al reconocido derecho de los pueblos a su autodeterminación.

Envuelto en este clima de euforia, el presidente Mas parece haber olvidado el cinismo y el silencio con que Europa ha asistido a toda clase de espectáculos que contradicen la fuerza de la democracia; y con qué frialdad ha permanecido indiferente ante tantas demostraciones de épica que han acabado como el rosario de la aurora en parte gracias a esta indiferencia. También el presidente Mas y su Gobierno parecen ignorar el peso de España en Europa y la consistencia de sus alianzas con los demás Estados miembros.

Puede que fracase en su intento, y que de su mano fracasemos todos, catalanes y españoles, pero ninguna amenaza va a detener a este hombre que hace sólo tres años era, a lo sumo, un nacionalista moderado. La única manera de pactar con él sería mediante una negociación que incluyera el pacto fiscal, el blindaje de la inmersión lingüística y la ejecución inmediata del corredor del Mediterráneo y de las obras de conexión que el puerto de Barcelona necesita. Por último, y de menor importancia, permitir a Cataluña competir con sus propias selecciones deportivas.

Las condiciones del pacto fiscal son, fundamentalmente, reducir la aportación de Cataluña al Estado del 8% al 4% y que recaudara ella misma todos sus impuestos: podría pactarse hoy y aplicarse gradualmente a partir de 2016 y hasta 2020, cuando empecemos a superar la crisis. El blindaje de la inmersión pasa por asumir que, si Cataluña está en España, el catalán es un idioma tan español como el castellano y que, por lo tanto, estudiar en catalán es una forma de estudiar en español tan válida como estudiar en castellano, sin olvidar que el nivel de castellano de un niño catalán acaba siendo el mismo que el de cualquier otro niño de España.

La ejecución de las infraestructuras imprescindibles sería enormemente positiva para la economía catalana, luego también para la española, de modo que las dos partes ganarían y nadie perdería. Lo de las selecciones deportivas se sitúa en el ámbito de lo meramente simbólico y sentimental.

Hay poco margen para negociar y poco tiempo para intentarlo. Las elecciones son el 25 de noviembre, lo más probable es que Mas obtenga la mayoría absoluta y que en el parlamento de Cataluña haya un mínimo de 95 diputados soberanistas sobre un total de 135.

La maquinaria está engrasada y una vez se haya puesto en marcha, nadie la va a poder parar. Nadie. Ni siquiera Artur Mas.